lunes, 29 de junio de 2009

Un sueño llamado Eivissa...


Hace tiempo que no escribo...desde mayo. Pasé un mes bastante ajetreado entre trabajos, exámenes y más trabajos. Aunque el trabajo duro obtuvo su recompensa. Alguien me dijo alguna vez que quien siembra, recoge sus frutos, y así es. A principios de julio terminé de hacer 40 análisis de contenidos de noticias del diario inglés The Times acerca de los conflictos en la República Democrática del Congo. Fue muy interesante pero terminé algo cansada ya que sólo podía pensar que en apenas dos días comenzaban mis vacaciones de lujo.


Y llegó el día y conduje durante siete horas hacia Valencia. Mi cochecillo, mi corsilla - como yo le llamo -, iba hasta arriba de maletas, tenía que sortearlas con la mirada para poder mirar por el espejo. Se hizo ameno; tres amigas y un colega que se dirigían hacia una de las islas pitiusas, Ibiza. Las siete horas de barco las pasé dormida. A las 8 de la mañana salimos a cubierta. Rodeados de un mar inmenso y alumbrados por los primeros rayos de sol que nacían desde el este. Y ahí enfrente, el castillo del puerto de Ibiza nos daba la bienvenida. Comenzaba nuestra aventura ibicenca.


Ibiza es una isla mágica. No sé cómo explicar la sensación que tienes al pasear por sus calles, conducir por esas carreteras llenas de rotondas - algunas inexplicables -, bañarte en las aguas cristalinas que la rodean, conocer lugares recónditos o bailar hasta el amanecer escuchando buena música electrónica que te hace vibrar. Todo el mundo que va a Ibiza de vacaciones o a pasar la temporada va a dispuesta a divertirse, a pasarlo bien. La máxima es: enjoy it!! Y eso se nota. Se crea un ambiente de bienestar, de 'buen rollo' y energía positiva.


Vivíamos al norte de la isla, en la Cala Sant Vicent, alias Mordor. Abajo de la casa, por un caminito de montaña, llegabas a una calita solitaria a la que tenías que ir nadando. El color del agua jugueteaba entre el azul marino y un azul más claro, como turquesa. El agua era cálida pero refrescante. Lo mismo ocurría en todas partes de la isla. Hemos estado en cala Xarraca, Xúclar, Benirrás, Punta Galera, Cala Salada, Cala Bassa, Cala Comta, en Es Canar en Santa Eulalia y puede que alguna más. Cada una tiene su encanto. Algunas son de arena y algunas son de piedra, algunas esconden cuevas y antiguos asentamientos hippis y otras embarcaderos, pero todas guardan secretos en ellas y en todas confluyen experiencias de todas las personas que pasan por ellas.


En Benirrás (en la foto), una pequeña cala arenosa rodeada de colinas cubiertas de pinos, todos los domingos se reúnen cientos de personas para ver el atardecer. Mientras Lorenzo recorre su camino hacia unirse con el mar, los timbales suenan, cada vez a un ritmo mayor, acompañándolo. Diría que es el momento más mágico de todos. Como un ritual que une a todos los que están presentes, todos los que están allí para despedir el día y dar la bienvenida a la noche... la cual se merece otra entrada, porque en Ibiza por las noches, hay más vida que por el día!


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